Existe una notable diferencia entre la
fruta entera y el zumo, y hay varias razones por las que es mejor
comerla que beberla.
Los expertos advierten de que los
zumos, sean industriales o caseros, no pueden ni deben sustituir a la
fruta entera, ni son recomendables para consumir a diario, si se
excede de un vasito. Sin embargo, a un importante sector de la
población no le ha llegado el mensaje. Y, de las personas que sí lo
han recibido, no todas acaban de verlo claro. El tema genera
polémica, rechazo e incredulidad, como se puede comprobar al leer
algunos comentarios surgidos como respuesta a un artículo, muy bien
documentado, del dietista-nutricionista Julio Basulto Marset.
El auge de los zumos como fuente de salud
En las últimas décadas, la comunidad sanitaria ha alabado las
propiedades de los zumos de fruta. El objetivo era ingerir muchas
vitaminas de manera sencilla, abundante y en cualquier lugar, y el
razonamiento, aparentemente implacable: si la fruta es saludable,
beber el zumo de tres o cuatro piezas lo será más, ahorrando el
tiempo necesario en pelar, cortar y masticar fruta.La industria alimentaria respondió con rapidez y eficacia a este mensaje, ya que supo aplicar la tecnología necesaria para producir y publicitar millones de litros de zumos, néctares y bebidas con múltiples formatos, envases, contenidos y alegres diseños. Muchas familias se sintieron aliviadas ante la buena aceptación que esta manera de "tomar" fruta tenía en la infancia y en los jóvenes. Y, aunque en los últimos tiempos los zumos y jugos industriales han perdido glamur, relucientes ingenios de brillos inoxidables ocupan lugares preferentes en las cocinas domésticas actuales, exprimiendo, licuando o triturando en un santiamén frutas y verduras de manera cómoda.
Por qué es mejor comer fruta que beberla
En la actualidad, y a la luz de la ciencia, se ha comprobado la
diferencia que hay entre comer fruta y beberla. Al repasar las etapas anatomo-fisiológicas de la digestión, se comprende con facilidad el porqué:
1. Masticación
La presencia de sólidos dentro de la boca estimula de manera
refleja movimientos rítmicos de masticación que harán ascender y
descender las mandíbulas, mientras los dientes -para eso los
tenemos- cortan y trituran el alimento. De este modo, las membranas
de celulosa que envuelven las partes nutritivas de la fruta quedan
despedazadas, con lo que serán más fáciles de digerir por las
enzimas digestivas. Además, el inicio de la masticación avisa de
forma automática al cerebro de que comenzará una ingesta de
alimento; centros específicos del cerebro mandarán ahora, a su vez,
señales al estómago y a los intestinos para que empiecen a segregar
las sustancias necesarias para el buen funcionamiento de todo el
aparato digestivo.
Si no se usan con frecuencia los músculos y dientes que intervienen en la masticación, es fácil que las encías y la dentadura se debiliten y pierdan fuerza, ya que al masticar se estimula un ligamento que sujeta las piezas dentarias a la mandíbula.
Es probable que bastantes problemas mandibulares y de ortodoncia, que se observan hoy en día en las consultas de los dentistas, se deban en cierta medida al incremento, en todos estos años, de una alimentación infantil demasiado abundante en zumos, papillas, panes blandos, bollería y productos diversos hiperprocesados, que han provocado una drástica caída en el número de masticaciones que se han de llevar a cabo cuando se ingiere comida sólida y mínimamente procesada.
2. Salivación
En la misma boca, coincidiendo con los movimientos masticatorios,
comienza ya la digestión, mediante la liberación de secreciones
proteicas como la ptialina y la mucina salival, que son emitidas por
las glándulas parótidas, submandibulares y submaxilares. Al estar
el alimento sólido en la boca mientras se mastica despacio, también
se liberan a partir de la saliva sustancias bactericidas -que ayudan
a prevenir las caries- y enzimas proteolíticas como la lisozima.
3. Absorción
Para que los alimentos se absorban de manera apropiada en el
aparato digestivo es fundamental que permanezcan el tiempo adecuado
en cada una de las partes del mismo, formándose en el interior una
masa o papilla que avanza mediante contracciones reguladas por
mecanismos complejos neurohormonales de la mejor forma posible: ni
muy rápido ni muy lento. La presencia mecánica de los alimentos en
diferentes zonas del tubo digestivo hace que se segreguen cantidades
adecuadas de jugos digestivos producidos por células mucosas que
recubren las paredes intestinales, actuando como lubricantes, para
impedir lesiones en el epitelio.
Por eso, ingerir el zumo de tres o cuatro naranjas hace que fluya a toda velocidad un torrente líquido lleno de azúcares (ahora libres de sus celdas vegetales) con sus correspondientes calorías (el triple o cuádruple que si se come una) con una repercusión metabólica muy distinta a la que se produce cuando el bolo alimenticio progresa por el intestino, a un ritmo adecuado, liberando los azúcares contenidos de manera mucho más lenta (además de estar en menor cantidad) dando tiempo al organismo a responder con eficacia, para que no haya picos elevados y súbitos de glucosa en sangre, como lo ha hecho durante miles de años. Por todos estos motivos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica los azúcares que se obtienen exprimiendo la fruta (aunque sea en casa) como libres y los incluye en el mismo grupo que los azúcares añadidos a los alimentos por los fabricantes, los cocineros o los consumidores.
4. Distensión
La distensión de la pared intestinal por la ocupación de
alimento sólido activa también terminaciones nerviosas
parasimpáticas que aumentan el ritmo de secreción glandular. Por
eso, al beber zumo en vez de comer fruta, no se activaría con
eficacia el sistema nervioso entérico.
5. Fibra
Al tomar solo zumo o jugo, se desprecia casi toda la fibra, además
de algunas vitaminas, fitoquímicos (algunos de ellos antioxidantes)
y compuestos diversos que se quedarán en el exprimidor.
La fibra, entre otras múltiples funciones, ayuda a modular los altibajos de la producción de insulina tras la ingesta de hidratos de carbono, además de prolongar la sensación de saciedad, por lo que se tardará más tiempo en tener hambre otra vez. La fibra también ayuda a la defecación, porque absorbe agua y proporciona consistencia a las heces.
Si se echa de nuevo al vaso la pulpa desmenuzada por el aparato, se perderá mucha menos fibra... pero se habrá consumido electricidad y se tendrá que desmontar y limpiar la batidora o licuadora correspondiente, con lo que también se habrá gastado una importante y antiecológica cantidad de agua, y el consumidor se habrá saltado las cuatro etapas "fisiológica y naturalmente" saludables de la digestión. ¿Merece la pena?
En ciertos aspectos de la alimentación, como en este, sería bueno recuperar costumbres pasadas. Al igual que ha vuelto la moda vintage en ropa y decoración, se debería recuperar, al comer fruta, un pasado menos tecnológico.
6. Saciedad
Como el zumo ocupa menos sitio en el estómago que la masa
resultante de la masticación y salivación de una o dos piezas de
fruta entera, no se activan los receptores de distensión ubicados en
el estómago, por lo que el cerebro no percibe bien las calorías
líquidas que han entrado con tanta rapidez. En consecuencia, no se
produce la sensación de saciedad, algo que es fundamental para que
el cuerpo sepa que está lleno y no le apetezca ni necesite ingerir
más alimento.
Estas calorías líquidas ingresan en el organismo sin que la persona apenas se entere, por lo que en el desayuno, por ejemplo, si en vez de comer una naranja bebe el zumo de tres, al no saciarse, irá a por las rebanadas de pan, las galletas -sucede con frecuencia en los desayunos infantiles-, el cruasán o cualquier otra pieza de bollería que tan cotidiana se ha hecho en la dieta occidental. La suma total de energía (con una mezcla de "octanajes" de mala calidad) excederá lo razonable para el ritmo actual de vida. En este trabajo científico, publicado en una prestigiosa revista, se explican muy bien estos hechos, además de advertir de la importante influencia que tienen los zumos y jugos (aunque lleven fibra añadida por el fabricante) en la epidemia de obesidad infantil y en problemas hepáticos y metabólicos que pueden ir asociados a la misma.
Un experimento casero
Si las palabras no le convencen, pruebe mañana mismo a desayunar
un café con leche y comer tres manzanas o tres naranjas de buen
tamaño. Es probable que tenga dificultades para acabarlo. De esa
forma tan sencilla puede comprobar -y convencerse- que no
es lo mismo beber un zumo de tres piezas de fruta que comerlas.
Si tiene hijos, todos estos consejos son aún más importantes: comience el día masticando fruta delante de los niños para que ellos mismos la pidan; y si son pequeños, prepare un plato con la fruta, ya cortada, preferida por ellos. Sus encías y sus dientes crecerán fuertes y sanos y sus mandíbulas estarán en forma. ¡Buen provecho y buena masticación!
En www.5aldia.org/apartado-m.php?ro=248 puedes encontrar más información sobre información nutricional de las frutas.
Fuente Consumer, 5aldia
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