El ganado aumenta de peso si los toma. ¿Nos sucede lo mismo a nosotros?
Esto es lo que dice la ciencia.
Los ganaderos saben desde hace décadas que los animales
engordan cuando toman antibióticos. Pero ¿podrían también favorecer la
obesidad en humanos? Para entender las cosas, hay que remontarse a
mediados del siglo pasado. En 1948, el bioquímico Thomas H. Jukes se
maravilló al ver cómo un nuevo antibiótico, la aureomicina, no solo
curaba infecciones bacterianas en el ganado, sino que ayudaba a criar
animales más grandes. Tras alimentar a pollitos con comida "enriquecida"
con aureomicina, vio que llegaban a pesar el doble que los alimentados
del modo habitual. Cuando la gran demanda de aureomicina para fines
medicinales en humanos cortó el acceso de Jukes al medicamento, él
rebuscó entre los desechos del laboratorio para seguir experimentando
con cerdos, ovejas y vacas. ¿Resultado? Todos los animales aumentaron de peso. Un hallazgo enorme en esa época.
Un abuso peligroso
Para entonces, ya había laboratorios que comercializaban el hallazgo. En 1954, Lilly vendía un antibiótico como aditivo para "ayudar a la digestión de los animales". En realidad, dicho fármaco permitía a los granjeros mantener al ganado estabulado, porque además de engordar, los animales que lo consumían podían sobrevivir en condiciones más insalubres y menos naturales. Con el paso de los años, el efecto "obesogénico" de los antibióticos perdió interés. No fue hasta hace una década que renació estimulado por el enorme problema de salud pública que plantea el
abuso de estos fármacos. Si, por un lado, ese abuso favorece la aparición de cepas bacterianas resistentes (se calcula que ese abuso provoca unas 25.000 muertes al año en Europa y entre 1.500 y 2.000 en España), cada vez más expertos asocian el problema a la epidemia de obesidad.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de la mitad de los adultos y tres de cada 10 niños y adolescentes padecen hoy obesidad o sobrepeso en España. Además de ser el segundo país de la Unión Europea (después de Reino Unido) con mayores tasas de exceso de peso, el Eurobarómetro también indica que España es "el país de la UE donde más crece el empleo de antibióticos y donde hay más desconocimiento sobre su verdadera utilidad". Aunque nadie niega que la dieta actual (rica en calorías y pobre en nutrientes) y un estilo de vida cada vez más sedentario son los grandes culpables de la epidemia de obesidad, nuevos estudios insisten en señalar el papel que tienen los antibióticos en este problema.
Alteración de la flora
Hace unos meses, un estudio publicado en Gastroenterology (revista oficial de la Asociación Norteamericana de Gastroenterología) confirmaba la relación entre el empleo de estos fármacos en niños y su riesgo de obesidad. Aún más: ese peligro aumentaba cuantas más tandas de antibióticos recibía el niño. En concreto, administrar tres o más tratamientos con estos fármacos a un menor antes de que cumpliera los dos años aumentaba significativamente su riesgo de ser obeso en los años siguientes. "Los antibióticos se han utilizado para el engorde de ganado durante décadas y nuestro estudio confirma que pueden tener el mismo efecto en humanos declaran los autores del trabajo. No decimos que no haya que utilizarlos cuando son necesarios. Nuestra intención es animar a médicos y a padres a que se lo piensen dos veces antes de administrárselos a un niño, en ausencia de indicadores que aconsejen esa utilización".
Algunas ivestigaciones anteriores ya habían comprobado que estos fármacos producen cambios en la microbiota o flora intestinal, esos millones de bacterias que habitan el intestino y modulan la salud de muchas formas. En concreto, se ha comprobado que la disbiosis (el desequilibrio en la composición de bacterias intestinales) que causan los antibióticos puede aumentar el riesgo de exceso de peso, de diabetes tipo 2 y de enfermedades cardiovasculares, entre otros problemas.
Mapas y escudos
Todos esos datos están animando a los científicos a elaborar "censos de microorganismos intestinales" que permitan identificar, por ejemplo, qué especies bacterianas reducen el riesgo de obesidad o diabetes o protegen frente al cáncer de colon. Incluso se estudia cómo proteger a las bacterias intestinales beneficiosas de la acción de los antibióticos, o cómo reemplazarlas cuando estos las han eliminado.
Para prevenir el abuso, expertos de la Universidad de Duke (EE.UU.) están desarrollando un test que, con apenas unas gotas de sangre, permitirá al médico saber si la infección que sufre un paciente es de origen bacteriano (en cuyo caso conviene utilizar antibióticos) o está causada por un virus, que no responden a esos fármacos y, por tanto, hacen el antibiótico inútil e innecesario. Su intención es muy clara: "El test puede ayudar a eliminar esa nefasta tendencia que tenemos de administrar antibióticos "por si acaso", aseguran.
Riesgos reales
Aunque la Unión Europea prohibió hace una década el empleo de antibióticos para el engorde de ganado se siguen empleando "por razones terapéuticas". De hecho, el uso de estos medicamentos en ganadería sigue siendo muy alto en toda Europa.
Para evitar que esos fármacos acaben en nuestro plato, se dejan de administrar durante el tiempo suficiente para que el organismo del animal los elimine y, de ese modo, no lleguen a los consumidores, aunque las estadísticas indican que el riesgo de que lo hagan es muy bajo.
Lo que sí preocupa de verdad es que las bacterias resistentes a antibióticos pasen de los animales a las personas. Eso puede ocurrir cuando un animal portador de una bacteria resistente se la pasa a un humano a través del consumo de carne cruda o poco cocinada.
También podemos encontrar bacterias resistentes en vegetales fertilizados con abono animal portador de las mismas o en el propio terreno, por transmisión animal. Una vez en el organismo, estas bacterias pueden alojarse en el intestino y difundirse entre las personas.
El 50% de los antibióticos prescritos a menores son innecesarios. La falsa creencia en la bondad de los antibióticos ha llevado a un uso abusivo de este tratamiento que ya se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública. Los resultados de un macroestudio a nivel europeo, con 75 millones de menores de 18 años, realizado por la Fundación para el Fomento de la Investigación Snitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisablo), concluyen que al menos el 50% de los antibióticos prescritos a niños son del todo innecesarios.
Los enemigos de nuestras defensas
El estado de nuestro sistema inmunológico depende en gran medida de nuestro estilo de vida. Por esta razón, es necesario evitar todos aquellos hábitos que reducen su eficcia para combatir las infecciones.
- Automedicarse con antibióticos
Si se abusa de ellos o se toman de forma inadecuada, acaban por debilitar nuestras defensas. Además no resultan eficaces en el caso de infecciones víricas, como la gripe.
- Fumar y beber alcohol en exceso
Estos malos hábitos debilitan nuestro sistema inmunológico y duplicar el riesgo de tener gripe.
- Abusar del azúcar
Tomado en exceso, puede afectar el sistema inmune. Según un estudio, el azúcar reduce hasta el 40% la capacidad de los glóbulos blancos para combatir los gérmenes.
- Tener hábitos sedentarios
Pasar demasiado tiempo en el sofá nos hace más susceptibles a las infecciones. Po el contrario, practicar a diario ejercicio de intensidad moderada nos ayuda a estar más fuertes, sobre todo si lo realizamos al aire libre.
Apuesta por lo antibióticos naturales
El ajo y la cebolla son los alimentos más eficaces a la hora de prevenir la gripe gracias a su acción antiinflamatoria, antiséptica y desintoxicante. Cómelos a diario, mejor crudos que guisados. Si te molesta su sabor o su olor, siempre puedes tomarlos en cápsulas.
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