El duelo es un proceso de adaptación emocional que se desarrolla tras una pérdida como la muerte de una persona allegada, aunque también se puede producir por la pérdida de una relación o de un empleo, entre otras. Es la respuesta normal y saludable para afrontar este tipo de ausencias y puede tener consecuencias tanto psicológicas como físicas. La pérdida de un ser querido, en concreto, es una de las situaciones más traumáticas que puede vivir una persona. Es tal el estrés psicológico que puede debilitar el organismo y dejarlo vulnerable frente algunas enfermedades.
Fases
El proceso de duelo consta de distintas fases por las cuales hay que pasar para poder superar el falleci-miento. La doctora Elisabeth Kübler-Ross, experta en el proceso de duelo, enumeraba cuatro etapas, aunque no todas las personas pasan por todas ellas, ni ocurren en el orden señalado.
La primera fase es la negación, aquella en la que cuesta admitir la realidad y se tiende a negar lo sucedido. En esta fase hasta se puede tener la sensación de ver al difunto entre la multitud. Le sigue el enfado, la indiferencia o la ira, que se caracteriza por la impotencia de no haber podido evitar la pérdida y se buscan causas y culpabilidad.
En la etapa de negociación -sea con uno mismo o con el entorno- se busca una solución a la pérdida, a pesar de ser consciente de que es imposible.
En la etapa de dolor emocional invade una pena profunda que se acompaña de dolor agudo; incluso pueden darse algunos episodios depresivos puntuales.
Y, por último, la aceptación: con el tiempo llega la resolución del proceso, en el que se asume que la pérdida es inevitable y se aprende a vivir sin la persona querida, aunque con la sensación de vacío. A medida que pasan las fechas signifcativas que se compartían con la persona fallecida, como cumpleaños o Navidades, el dolor agudo se convierte en nostalgia.
¿Cuánto dura el proceso de duelo? depende de cada persona. Puede prolongarse de dos semanas a cuatro meses, más incluso si el fallecido es una madre, un hijo o un cónyuge. No obstante, si los síntomas se agravan, duran más allá de un año o difcultan seguir con la vida diaria, se recomienda pedir consejo al profesional de salud correspondiente para que descarte un proceso de duelo patológico.
Enfermedad por vulnerabilidad
El estrés y el sufrimiento intenso hacen enfermar. Hay estudios que evidencian que las emociones negativas como la
hostilidad, la ira, el estrés, la depresión o la tristeza debilitan el sistema inmunológico y se es más vulnerable frente al desarrollo de infecciones y enfermedades.
Los cambios fsiológicos que se producen durante el duelo se traducen en distintos síntomas y signos: mareos, dolor de cabeza, hiperventilación, náuseas, agitación e irritabilidad, tristeza profunda, dolor agudo, angustia, cansancio, difcultad para concentrarse o para conciliar el sueño y tener un descanso reparador, entre otros. A esto se le suma que, durante este tiempo, las personas acostumbran a abandonar su cuidado y bienestar: duermen poco, no comen lo suficiente o los alimentos más recomendados y algunos incrementan la ingesta de alcohol o el consumo de tabaco.
Esta situación mantenida en el tiempo provoca que aumenten los niveles de cortisol, una hormona que se libera cuando se sufre estrés. En consecuencia, sube el ritmo cardiaco y la presión arterial y se producen algunos cambios en la coagulación sanguínea, que pueden incrementar las probabilidades de sufrir un infarto de miocardio después del fallecimiento de un ser querido.
Muchas personas en duelo también llegan a olvidar la medicación que, en determinadas patologías es de estricto cumplimiento, como sucede con los fármacos que se prescriben para enfermedades cardiovasculares, trastornos mentales o la diabetes, entre otras.
Estrategias para sobrellevar el duelo.
No es extraño que algunas personas desarrollen algún tipo de dolencia después de la pérdida de un ser querido. Por eso, es fundamental gestionar la situación y todas las emociones, teniendo en cuenta que se necesita tiempo y espacio y no descuidar la salud.
La Asociación Americana de Psicología (APA en sus siglas en inglés) ofrece algunas estrategias al respecto:
• Hablar sobre el fallecimietno.
Compartir las emociones sin presión y hacerlo con personas de confanza ayuda a comprender lo que ha sucedido, a recordar al amigo o familiar y a superar el dolor. Al contrario, negar la situación puede conducir al aislamiento y a la frustración.
• Aceptar los sentimientos, sean cuales sean.
Es normal que aparezca tristeza, pero también rabia y frustración.
• Cuidarse uno mismo y al entorno afectado.
Hay que intentar comer bien, hacer ejercicio y dormir lo sufciente. Después de los primeros días, es benefcioso establecerse un horario y seguirlo. También hay que evitar el alcohol o el uso de tranquilizantes.
• Ayudar a otras personas que también lidian con la pérdida.
Ayudar a los demás hace sentirse mejor. Además, favorece que se compartan historias y vivencias sobre el fallecido, algo que puede servir a todos.
• Rememorar y celebrar la vida del difunto de la manera que cada uno crea más conveniente y signifcativa: bien mediante la plantación de un árbol, escribiendo su historia o recordándole delante de otras personas.
Si a pesar de estas recomendaciones las emociones son tan intensas que abruman, el afectado no se ve capaz de superarlas o se alargan en el tiempo, lo mejor es pedir consejo al profesional de salud de atención primaria o a un psicólogo.
"El hombre en busca de sentido" de Viktor Frankl |
El hombre en busca de sentido es un relato autobiográfico, la experiencia de Viktor Frankl (Psiquiatra, filósofo y escritor ) como prisionero en un campo de concentración nazi, narrado desde su óptica como psiquiatra -ya lo era antes de ser hecho prisionero -. Y de esta historia íntima y terrible acaba desarrollando su propia corriente psicológica llamada logoterapia.
A lo largo de cada párrafo del libro uno no puede dejar de hacerse preguntas. ¿Tiene sentido el sufrimiento? ¿Es la vida digna de vivirse aun en circunstancias como las que vive el autor? ¿Qué es el hombre? ¿Puede existir Dios en medio de toda esa locura? Algunas respuestas están en el propio libro, otras el propio autor trata de brindarlas en base a su experiencia; y otras preguntas que pueden surgir tendrás que responderlas -o no- por ti mismo.
“La máxima preocupación de los prisioneros se resumía en una pregunta: ¿Sobreviviremos al campo de concentración? De lo contrario, todos estos sufrimientos carecerían de sentido. La pregunta que a mí, personalmente, me angustiaba era esta otra: ¿Tiene algún sentido todo este sufrimiento, todas estas muertes? Si carecen de sentido, entonces tampoco lo tiene sobrevivir al internamiento. Una vida cuyo último y único sentido consistiera en superarla o sucumbir, una vida, por tanto, cuyo sentido dependiera, en última instancia, de la casualidad no merecería en absoluto la pena de ser vivida”
Pero no deja de ser revelador y esperanzador que para Viktor Frankl la vida estuviera repleta de sentido aun habiendo perdido a su padre, a su madre, a su hermano, a su mujer embarazada; habiendo padecido hambre, frío y demás brutalidades que le despojaban de su misma condición humana; habiendo sufrido en sus carnes el desprecio a su dignidad como persona. Y que precisamente conectar con ese sentido fue lo que hizo que él, y muchos como él, sobrevivieran al campo, pues de alguna manera "el sufrimiento deja de ser sufrimiento cuando encuentra un significado".
“Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias – para decidir su propio camino.”
Frankl es un hombre admirable e imitable. En su estancia en Auschwitz debido a las amargas y extremas experiencias por las que intuía que iba a tener que pasar y por las que ya estaba pasando, se le cruzó por la cabeza suicidarse en varias ocasiones, no obstante y a pesar de esas ideas, se comprometió consigo mismo para no hacerlo y estuvo conviviendo y viendo la muerte muy de cerca tanto en sus propias carnes como en las de sus compañeros enfermos y consumidos por el hambre y las condiciones insalubres en la que se encontraban.
Explica su desgarradora experiencia debatiéndose entre la vida y la muerte tanto real como imaginaria y como se agarró con fuerzas a la vida recordando a sus seres queridos y reescribiendo algunas de las letras del libro que había escrito y que le habían confiscado los guardias cuando entró, libro en el que tenía puestas muchísimas esperanzas de futuro a nivel profesional.
Plantea la siguiente pregunta:
“¿Cómo afectaba el día a día en un campo de concentración en la mente, en a psicología, del prisionero medio?” (pág. 27)
Trata y explica las vivencias en primera
persona dentro del campo de exterminio, sin entrar a detallar las
barbaridades y atrocidades que sucedían.
Se centra en la repercusión psicológica que esta cruda realidad suscitaba en los prisioneros. Para ello divide la psicología de los prisioneros en 3 fases:
1. Internamiento en el campo: estado de shock, “ilusión del indulto”, sensación de “existencia desnuda”, humor, …
2. Adaptación a la vida
del campo: apatía e indiferencia, sueños característicos, ausencia de
sentimentalismo, meditación, humor, añoranza de soledad, irritabilidad, …
3. Reacciones psicológicas tras la liberación.
Su experiencia a título personal
le permite hablar del sentido que un ser humano da al sufrimiento y del
valor a nivel madurativo que tiene para una persona aceptar ese
sufrimiento.
"El amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo íntimo. Que esté o no presente esa persona, que continué viva o no, de algún modo pierde su importancia” Pág. 66
Frankl nos invita a una reflexión
profunda durante toda la obra algunas de las frases que tratan la POSIBILIDAD DE ELECCIÓN y la LIBERTAD INTERIOR:
"Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre mantiene su capacidad de elección …" El hombre puede conservar un reducto de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en aquellos crueles estados de tensión psíquica y de indigencia física…
"La última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino.” Pág.90
La lectura de su libro no te dejará indiferente.
Fuente anunusualstory.blogspot, psicoayudarteonline.es
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