Factores genéticos y medioambientales y realizar una higiene
excesiva pueden degradar el escudo natural protector de la piel.
Piel seca, escamosa y un escozor intenso, que generalmente afecta
a la parte interna de los codos, detrás de las rodillas, las
piernas, los brazos y la cara. Puede incluso llegar a cubrir la mayor
parte del cuerpo. Son los síntomas del brote de atopía.
Y ¿en qué consiste este mal que aparece normalmente durante el
primer año de vida? “Se trata de una enfermedad inflamatoria
crónica, repetitiva, que genera mucho picor y que afecta
fundamentalmente a los niños pequeños”, afirma Santiago Vidal
Asensi, jefe de dermatología del Hospital Central de la Defensa y
director de la clínica Dermogalénica.
En su origen, existen factores genéticos o medioambientales que
conllevan una degradación del escudo protector de la piel, que
termina por quebrarse y producir grietas que sirven de entrada a
agentes irritantes, alérgenos y bacterias; al mismo tiempo, pierde
agua, se deshidrata y reseca. “Además, el sistema inmunitario se
altera, lo que activa el proceso de inflamación y allana el camino a
las reacciones alérgicas”, concluye.
Tipos de dermatitis
Aunque utilizamos el término “dermatitis” para referirmos a
varias patologías, no son todas iguales. Por un lado, está la
denominada dermatitis atópica estándar (DA), con presencia de
anticuerpos alérgenos medioambientales (ácaros del polvo, polen,
pelo animal, etc...). “No solo afecta a la piel”, advierte Marta
Kaufmann, bioquímica y cosmetóloga. “También se alteran las vías
respiratorias, provocando problemas como asma, conjuntivitis,
rinitis, etc. Y puede presentarse en varios grados, de leve a muy
severa”, puntualiza.
Por otro lado, continúa la especialista, lo que se denomina
eccema atópico (también acuñado como eccema urbano), presenta las
mismas lesiones dérmicas y síntomas de picor, “pero sin presencia
alguna de anticuerpos, es decir, no hay alergias relacionadas ni
ninguna afectación de las vías res- piratorias”, concluye.
¿Nos pasamos de limpios?
En los países con un bajo nivel de desarrollo, la dermatitis
atópica no afecta a más allá del 1% o el 2% de la población
infantil; en los más avanzados e industrializados, la incidencia de
esta enfermedad alcanza al 20% de los niños. Un dato para
reflexionar y que ha llevado a los científicos a formular la teoría
de la higiene excesiva, entre otros factores, para intentar explicar
este aumento trepidante de pieles atópicas.
Al parecer, nos lavamos demasiado y estamos obsesionados con
desinfectar cualquier objeto que rodee a los bebés.
Todo lo hervimos, lo esterilizamos, lo limpiamos con fruición...
Creyendo que esta burbuja de higiene los protege, lo que hacemos es
mermar su sistema inmunológico, quebrando y alterando lo que los
especialistas denominan el manto hidrolipídico, ese maravilloso
escudo protector natural de la piel que es una mezcla perfecta de
secreciones sebáceas, células muertas y microorganismos. Más que
villanos son superhéroes que salvan la epidermis de las agresiones
medioambientales.
En este sentido, un estudio reciente desaconseja esterilizar el
chupete y las tetinas de los bebés cada vez que se ensucian
ligeramente. Se ha comprobado que, si se limpian con agua del grifo y
se introduce en la boca de los padres sanos (una premisa fundamental)
antes de dárselo al niño, hay una menor incidencia de la DA. “Esto se debe, con toda
probabilidad, a que con este gesto se transfiere la flora intestinal
de los progenitores a la del pequeño. Una gran vacuna contra la
dermatitis. En cuanto a la teoría de la higiene excesiva y su
relación con la alteración del manto protector epidérmico,
continúa, lo que ocurre es que la limpieza exagerada, sobre todo con jabones inadecuados, provoca desequilibrios en el microbioma
cutáneo (que son los gérmenes que habitan de forma natural en la
piel), que a su vez están condicionados por el adecuado
mantenimiento de la estructura de la epidermis”, concluye el
experto.
Otros factores que inciden directamente sobre este manto guardián
son la contaminación ambiental, los choques térmicos –pasar de un
ambiente frío a otro cálido en pocos segundos–, el exceso de
calefacción o ambientes resecos, los pesticidas utilizados en frutas
y verduras para conservarlas o el uso de cosmética inadecuada. “De hecho, comenta el
especialista, está demostrado que los niños criados en granjas y
ambientes rurales padecen menos atopía que los que viven en las
grandes ciudades, lo que apoya la mayor incidencia de este mal en las
sociedades desarrolladas”.
Una piel sensible no es una piel atópica
La piel sensible (PS) es un término acuñado hace 50 años, pero
que está de plena actualidad. Es una sensación de malestar facial
que se puede manifestar como ardor, picor o escozor. No hay que
confundirla con la atópica.
Se distinguen tres tipos principales de PS:
1. La piel sensible a cosméticos o productos faciales, la más
frecuente, afecta a un 25% de mujeres. Las molestias aparecen poco después de aplicarse el cosmético.
2. De un 15% a un 20% de mujeres tienen la llamada piel sensible a
factores ambientales, y les molesta el cutis con el viento o los
cambios bruscos de temperatura.
3. La piel sensible severa es el grado más extremo de
reactividad. La piel reacciona a todo tipo de factores externos, como
cosméticos, laborales, medioambientales, como la contaminación, y
también a factores internos como cansancio o estrés. La piel puede
llegar a entrar en crisis y no tolerar ningún producto, por suave
que sea.
El eccema o dermatitis atópica
Es un trastorno inflamatorio que afecta al 25% de
la población se caracteriza por una piel seca, irritada e inflamada. La
incidencia ha doblado en esta última década.
El tratamiento convencional suele incluir antihistamínicos, esteroides
orales, esteroides tópicos y antibióticos para ayudar a controlar los
síntomas de picores e inflamación. Estos fármacos a menudo producen
efectos adversos y se desaconseja tomarlos de forma contínua. Por ese
motivo se necesita una efectiva solución natural para los que sufren de
eccema y que aporte ese alivio tan deseado.
La investigación clínica demuestra que las personas afectadas por eccema
tienen niveles disminuidos de GLA en sangre y a la vez niveles muy
elevados de sustancias pro-inflamatorias. El suplementar con GLA hidrata
la piel, mejora el efecto-barrera reduciendo la pérdida de humedad a
través de la piel y actúa como un poderoso agente antiinflamatorio para
reducir el picor e irritación.
Las únicas fuentes alimenticias de garantía que aporte GLA son la leche materna y el aceite
de prímula o de borraja. De hecho para poder hacer una correcta
conversión del aceite de prímula en la prostaglandina antiinfla-matoria
PGE1, en su vía metabólica dentro del cuerpo, deben estar presentes los
siguientes nutrientes: magnesio, vitamina B6, zinc, y la vitamina C. Por
ese motivo es necesario suplementar con un polivitamínico-mineral cada
día para asegurar ese aporte de cofactores.
De todas formas, hoy en día
en el mercado es posible tomar GLA ya convertida saltando ese
inconveniente.
Hay que tener en cuenta que muchos bebés padecen eccema y no toman la
leche materna. Una forma de poderles suplementar es pinchando una
cápsula de aceite de prímula o GLA y frotando el aceite en la parte
interna de las muñecas para una asimilación cutánea.
El Omega 6 es sinónimo de aceite de prímula, aceite de borraja, o GLA, está
al alcance de todos como suplemento alimenticio en forma de cápsulas de
gelatina blanda y en diferentes concentraciones. Luce una piel radiante
aportando omega 6 a tu dieta como parte de un programa nutricional y sin
riesgos para la salud.
pagina 17 http://revista.consumer.es/web/es/20180401/pdf/revista-entera.pdf
Fuente Consum, Suzanne Powell
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