El ganado aumenta de peso si los toma. ¿Nos sucede lo mismo a nosotros?
Esto es lo que dice la ciencia.
Los ganaderos saben desde hace décadas que los animales
engordan cuando toman antibióticos. Pero ¿podrían también favorecer la
obesidad en humanos? Para entender las cosas, hay que remontarse a
mediados del siglo pasado. En 1948, el bioquímico Thomas H. Jukes se
maravilló al ver cómo un nuevo antibiótico, la aureomicina, no solo
curaba infecciones bacterianas en el ganado, sino que ayudaba a criar
animales más grandes. Tras alimentar a pollitos con comida "enriquecida"
con aureomicina, vio que llegaban a pesar el doble que los alimentados
del modo habitual. Cuando la gran demanda de aureomicina para fines
medicinales en humanos cortó el acceso de Jukes al medicamento, él
rebuscó entre los desechos del laboratorio para seguir experimentando
con cerdos, ovejas y vacas. ¿Resultado? Todos los animales aumentaron de peso. Un hallazgo enorme en esa época.
Un abuso peligroso
Para entonces, ya había laboratorios que comercializaban el hallazgo. En 1954, Lilly vendía un antibiótico como aditivo para "ayudar a la digestión de los animales". En realidad, dicho fármaco permitía a los granjeros mantener al ganado estabulado, porque además de engordar, los animales que lo consumían podían sobrevivir en condiciones más insalubres y menos naturales. Con el paso de los años, el efecto "obesogénico" de los antibióticos perdió interés. No fue hasta hace una década que renació estimulado por el enorme problema de salud pública que plantea el