viernes, 25 de febrero de 2022

Consigue tu salud gastrointestinal con un sencillo zumo vegetal

En el libro de Anthony William Medico Medium (Cuarta parte CLAVES PARA ALCANZAR LA CURACIÓN) aparecen unos consejos muy fáciles de seguir con un poco de disciplina conseguirás que desaparezcan tus problemas digestivos: el estreñimiento, síndrome del intestino poroso, la mala digestión, los reflujos gástricos, las infecciones intestinales, el síndrome del colon irritable, los espasmos gástricos, la gastritis y el dolor de estómago entre otros.

La salud del tracto gastrointestinal

Nadie sabe realmente qué es lo que sucede con los alimentos cuando entran en el estómago. El aparato digestivo es algo milagroso y extraordinario que abarca mucho más que lo que los seres humanos somos capaces de percibir y que sigue constituyendo un gran misterio incluso para las personas que poseen conocimientos médicos de algunas de sus funciones. Todo el mundo sabe que mordemos la comida, la masticamos, la tragamos, que entra en el tracto gastrointestinal, que de un modo u otro se descompone y que la excretamos. Sabemos que así es como el cuerpo obtiene los nutrientes que necesita. Y también sabemos que a veces el proceso no funciona todo lo bien que debería y que nos empieza a doler el estómago, sufrimos molestias intestinales o, incluso, nos sucede algo peor. El simple hecho de que la ciencia médica haya descubierto las enzimas digestivas no significa que comprenda bien el proceso de la digestión. No significa que conozca la diferencia entre Jack el Destripador y Santa Claus en lo que respecta a las cosas que comemos y a cómo las procesa nuestro organismo. La digestión es la parte menos fundamentada del estudio de la fisiología humana. Aunque pretendemos que es algo claro y sencillo y que la ciencia ha desentrañado todos sus misterios, lo cierto es que sigue siendo la parte más enigmática del funcionamiento de nuestro organismo. En otros tipos de enfermedades, lo más probable es que, dentro de unas décadas, los investigadores hayan hecho grandes descubrimientos relacionados con la información contenida en este libro, pero la salud digestiva es una historia completamente distinta. Es posible que las comunidades médicas de este planeta no lleguen jamás a averiguar sus mecanismos secretos..., y por eso este capítulo es crucial. 

El tracto gastrointestinal es uno de los cimientos fundamentales de la salud. Por eso, su cuidado es el punto perfecto para empezar la curación del organismo de dentro afuera. El tracto gastrointestinal incluye el estómago, el intestino delgado, el intestino grueso (en el que se encuentra el colon), el hígado y la vesícula biliar. Gracias a estos órganos, los seres humanos podemos absorber los nutrientes de los alimentos que ingerimos, expulsar correctamente los desechos y las toxinas y asegurar la fortaleza del sistema inmunitario. Pero su importancia capital no se reduce solo a estas funciones cotidianas, sino que posee también una fuerza vital propia.

Los alimentos no se digieren solo mediante el proceso físico de la descomposición (un proceso que los estudios científicos no han descifrado aún del todo); la digestión implica también una serie de factores espirituales y metafísicos esenciales. Por eso los seres iluminados del planeta emplean una serie de técnicas específicas para comer, tales como masticar de forma lenta y exhaustiva, comer con plena consciencia de lo que están haciendo, rezar antes, durante o después de las comidas, y hacer que la comida y el que la come sean una misma cosa. Imagina un río que fluyera por el interior del colon. En lo más profundo del cauce (el revestimiento del colon), miles de cepas de bacterias y microorganismos distintos mantienen un equilibrio homeostático para que el agua no se vuelva tóxica (es decir, para que el tracto gastrointestinal no se vuelva séptico y venenoso). Así como un río tiene espíritu, el tracto gastrointestinal alberga gran parte del espíritu humano. Este espíritu es tu propia esencia del yo, tu voluntad y tu intuición. ¿Alguna vez has oído las expresiones «instinto visceral», «reacción visceral» o «sentimiento visceral»? En ocasiones decimos de una persona que «no tiene entrañas» o que es «entrañable». Existen muchas frases hechas en las que se hace referencia a las vísceras y las entrañas, y esto se debe a que, en algún nivel no consciente, comprendemos el papel fundamental que desempeñan en nuestra vida, muy por encima de la parte meramente física.

Somos conscientes de que constituyen una parte del fundamento esencial de aquello que somos emocional e intuitivamente. El tracto gastrointestinal es el lugar donde reside nuestra fuerza. Tiene poros emocionales y por eso las emociones son capaces de controlar la cantidad de bacterias buenas y malas que consiguen prosperar en él. Una mala salud gastrointestinal puede entorpecer enormemente la intuición. Las personas son como las manzanas. Una manzana puede estar brillante y preciosa por fuera pero tener el corazón podrido. Eso es lo que sucede cuando en el tracto gastrointestinal de una persona se están incubando millones de bacterias dañinas. Es posible que esta persona tenga un carácter inmoral, pero jamás lo adivinarías por su apariencia. También puede haber una manzana que muestre imperfecciones por fuera pero que tenga el corazón más íntegro y saludable que pueda existir. Esa persona tan amable, más buena que el pan, puede no tener un rostro alegre y sereno; es posible que no vista a la moda ni resulte muy divertida superficialmente, pero tendrá un aparato digestivo repleto de bacterias beneficiosas. Los seres humanos tenemos entre 75 y 125 billones de bacterias en el tracto digestivo. Esta circunstancia abre la puerta a todo tipo de infecciones producidas por bacterias tóxicas e improductivas, microbios, mohos, levaduras, hongos, micotoxinas y virus. Si no se tratan correctamente, estos patógenos pueden alterar y bloquear nuestros instintos naturales y crear un campo de cultivo perfecto para una variedad ilimitada de enfermedades..., a menos que nuestro tracto digestivo disponga de bacterias beneficiosas suficientes para equilibrar esos microorganismos y contrarrestar sus efectos.

Este capítulo abarca los trastornos más frecuentes de nuestro tracto gastrointestinal, entre los que se incluyen el síndrome del intestino poroso, la mala digestión, los reflujos gástricos, las infecciones intestinales, el síndrome del colon irritable, los espasmos gástricos, la gastritis y el dolor de estómago o de las zonas circundantes. Aporta acerca de estas dolencias una información esencial que supera con mucho todo lo que las comunidades médicas conocen hasta la fecha. Desmiente también numerosos «remedios» ineficaces para la salud gastrointestinal — unos remedios que se han puesto de moda y que han marcado tendencia— e indica una serie de medidas sencillas que puedes tomar para curar de verdad tu aparato digestivo y recuperar la salud.

 

Comprender el síndrome del intestino poroso 

El síndrome del intestino poroso, también conocido como permeabilidad intestinal, es una de las dolencias más enigmáticas a las que se enfrenta la medicina actual. Los nombres mismos resultan desconcertantes; son unos términos que cada comunidad médica utiliza para describir un trastorno y una teoría diferente. En líneas generales, el síndrome del intestino poroso se puede contemplar bajo tres prismas diferentes. Veamos el primero de ellos: el enfoque de la comunidad médica convencional. La mayoría de los médicos y cirujanos convencionales utilizan la expresión «intestino poroso» para referirse a una enfermedad intestinal que provoca una perforación en el revestimiento del tracto intestinal o del estómago y, con ello, infecciones graves en la sangre, fiebre muy elevada y sepsis. En eso tienen razón. El verdadero intestino poroso es una dolencia muy grave que provoca dolores terribles. El intestino poroso puede deberse a la existencia de úlceras en las capas más profundas de la pared del estómago. También puede ser el resultado de una infección bacteriana por E. coli —que provoca la aparición de una especie de bolsas en el revestimiento del tracto intestinal— o por bacterias multirresistentes como C. difficile, que da lugar a un megacolon. Otras posibles causas son las hemorragias, los abscesos y la diverticulosis. El nombre de «intestino poroso» se aplica cuando una de estas causas ocasiona, en el revestimiento del tracto gastrointestinal, una perforación que permite la salida de organismos patógenos hacia el torrente sanguíneo. También puede producirse un síndrome del intestino poroso cuando se perfora el colon durante una colonoscopia (he tenido clientes que han acudido a mí después de haber pasado largas temporadas hospitalizados por esta razón). Sea cual sea la causa, el verdadero intestino poroso da lugar a unos síntomas muy graves. El segundo enfoque es el alternativo, integrativo y naturópata.
Estas comunidades médicas utilizan el término «intestino poroso» para describir una dolencia en la cual unos hongos —como la cándida— o unas bacterias improductivas horadan agujeros diminutos en el revestimiento del intestino y permiten que unas cantidades mínimas de toxinas se filtren directamente a la sangre y den lugar a multitud de síntomas. Esta teoría requiere ciertos ajustes. Si bien es cierto que un entorno intestinal tóxico en el que estén presentes bacterias y hongos improductivos puede dañar enormemente la salud, referirse a esta situación como intestino poroso resulta engañoso. Si estos patógenos estuvieran realmente abriéndose paso a través del revestimiento gastrointestinal, por muy pequeño que fuera su número, provocarían síntomas graves como fiebre elevada, infección en la sangre, un tremendo dolor o sepsis. La expresión «intestino poroso» solo debería emplearse para describir la perforación de las paredes del tracto gastrointestinal. Entonces, ¿por qué los terapeutas alternativos están diciendo a decenas de miles de personas que acuden a ellos con síntomas de fatiga, dolores, estreñimiento, malestar digestivo y reflujo gástrico que tienen el intestino poroso o permeabilidad intestinal? El motivo es que estas personas sufren ciertamente una dolencia real, pero, ante ella, este latiguillo es la mejor teoría que estos terapeutas pueden ofrecer. En el mundo de la medicina convencional, millones de pacientes reciben diagnósticos como síndrome del intestino irritable, celiaquía, enfermedad de Crohn, gastroparesis o gastritis para etiquetar este tipo de síntomas..., aunque su dolencia siga siendo un misterio. En otros casos, experimentan los mismos síntomas gastrointestinales pero no reciben ningún diagnóstico. Pero sí existe una explicación para estos problemas misteriosos del tracto gastrointestinal, y no es la del auténtico intestino poroso. Yo la denomino permeabilidad al amoniaco, y es el tercer enfoque del problema. Permeabilidad al amoniaco Por favor, no confundas la permeabilidad al amoniaco con otra expresión que últimamente se ha puesto muy de moda: permeabilidad intestinal. La permeabilidad intestinal no es más que un nombre nuevo, utilizado para dar impresión de progreso, de la vieja teoría del intestino poroso. La permeabilidad al amoniaco es algo real. Para entender lo que significa, primero debes conocer una serie de datos acerca del modo en que tu cuerpo procesa los alimentos. Cuando comes, los alimentos bajan rápidamente al estómago para ser digeridos (si estás masticando lo suficientemente despacio como para que la saliva se mezcle bien con los alimentos, la digestión empieza en la boca). Cuando se trata de alimentos muy proteicos, como la carne, los frutos secos, las semillas y las legumbres, la digestión en el estómago se realiza en gran medida gracias a la acción conjunta del ácido clorhídrico y las enzimas, que
descomponen las proteínas en sustancias más simples que más tarde pueden ser digeridas y asimiladas por los intestinos. Es un proceso relativamente sencillo, siempre y cuando el estómago tenga unos niveles normales de ácido clorhídrico. Sin embargo, si el nivel de ácido clorhídrico disminuye, los alimentos no se digieren suficientemente bien en el estómago. Esta circunstancia es muy común cuando comemos sometidos a estrés o presión. Cuando las proteínas alcanzan el intestino, no están suficientemente descompuestas para que las células puedan acceder a los nutrientes, por lo que los alimentos se quedan en el intestino y se pudren. Es lo que se denomina podredumbre intestinal, una putrefacción que genera gas amoniacal y que puede dar lugar a hinchazón, molestias digestivas y deshidratación crónica, o, en algunos casos, no provocar ningún síntoma. Esto es solo el comienzo. En algunas personas, el ácido clorhídrico bueno disminuye y los ácidos perjudiciales ocupan su lugar. Una persona puede vivir con este problema durante muchos años y no ser consciente de ello. Sin embargo, llega un momento en que los ácidos perjudiciales ascienden por el esófago (si sufres reflujo gástrico, estos ácidos son los que lo están provocando, no el ácido clorhídrico del estómago. Es una equivocación muy común; el mundo médico considera que todos los ácidos estomacales e intestinales son iguales). Otro problema relacionado con el anterior es la generación de mucosidad en el tracto gastrointestinal para protegerlo contra estos ácidos perjudiciales. Si observas que te asciende una gran cantidad de moco hacia la garganta sin razón aparente, probablemente será señal de que el tracto gastrointestinal está haciendo un gran esfuerzo para evitar que los ácidos perjudiciales se «coman» el revestimiento del estómago y del esófago. Esta mucosidad puede bajar también por el tracto intestinal e impedir la absorción correcta de los nutrientes. Pero volvamos al gas amoniacal.

Este es el dato clave: cuando los alimentos se descomponen en el tracto gastrointestinal, producen amoniaco, un gas tóxico capaz de salir flotando de tus intestinos, como si fuese un fantasma, y penetrar directamente en el torrente sanguíneo. Es lo que se denomina permeabilidad al amoniaco. El gas amoniacal es el causante de la mayoría de los trastornos asociados con el síndrome del intestino poroso. No tiene nada que ver con infecciones ni perforaciones del intestino delgado ni del colon. Y tampoco es que la cándida esté expulsando toxinas a través de las paredes intestinales. Existen millones de personas que padecen problemas digestivos achacables directamente a la permeabilidad al amoniaco. Como ya he dicho, lo que muchos médicos alternativos diagnostican como síndrome del intestino poroso no tiene nada que ver con agujeros ni otras imperfecciones del intestino; no tiene nada que ver con la filtración de ácidos ni bacterias.  Es más bien el gas amoniacal de los intestinos el que está pasando al torrente sanguíneo..., que, a su vez, lo distribuye por todo el cuerpo. Además de los síntomas gastrointestinales que he mencionado anteriormente, la permeabilidad al amoniaco puede producir malestar, fatiga, problemas de la piel, sueño inquieto, ansiedad y muchos otros síntomas. En este punto, es muy posible que te plantees la siguiente pregunta: si todo esto sucede porque el nivel de ácido clorhídrico en el estómago es demasiado bajo, ¿qué es lo que ha originado esta carencia? La respuesta es muy simple: la causa principal de la deficiencia de ácido clorhídrico es la adrenalina. Lo que todavía no se sabe es que existe más de un tipo de adrenalina. Las glándulas suprarrenales producen cincuenta y seis mezclas diferentes en respuesta a distintas emociones y situaciones. Las que están asociadas con sentimientos negativos como el miedo, la ansiedad, la ira, el odio, la culpa, la vergüenza, la depresión y el estrés pueden dañar gravemente distintas zonas del cuerpo..., incluida la producción de ácido clorhídrico. Por tanto, la amargura o el estrés crónicos pueden bastar para descomponer poco a poco el ácido clorhídrico y tu capacidad para digerir correctamente los alimentos. Los distintos niveles de estrés y las emociones que experimentamos en nuestra vida cotidiana pueden entorpecer a las bacterias beneficiosas y dar lugar al crecimiento de bacterias perjudiciales.

Y otro elemento que con frecuencia provoca grandes daños en el ácido clorhídrico del estómago son los fármacos. Los antibióticos, los inmunosupresores, los antimicóticos, las anfetaminas y muchos otros medicamentos a los que nuestros organismos no se han adaptado pueden trastornar el equilibrio químico del estómago. El ácido clorhídrico puede resultar fácilmente dañado si comes una cantidad excesiva de cualquier tipo de proteínas, ya sean carnes, frutos secos, semillas o legumbres (si tu fuente de proteínas son las verduras de hoja, los brotes germinados o cualquier otra verdura, el efecto no es el mismo). Consumir grandes cantidades de alimentos que mezclen grasas y azúcares (como el queso, la leche entera, las tartas, las galletas y los helados) puede producir el mismo efecto dañino. Estas dos categorías de alimentos exigen un trabajo digestivo mucho mayor que las frutas y las verduras, y suponen un gran esfuerzo para el tracto gastrointestinal. Con el tiempo, este esfuerzo puede acabar «agotando» el ácido clorhídrico del estómago y debilitando las enzimas digestivas. Si haces unas comidas muy proteicas (por ejemplo, pollo, pescado o carne) y experimentas síntomas de falta de ácido clorhídrico —como hinchazón, molestias estomacales, estreñimiento, letargo o fatiga—, disminuye tu consumo de proteínas animales y limítalo a una ración al día. Pero no todo son malas noticias. La parte buena es que es posible recuperar el ácido clorhídrico y fortalecer las enzimas gracias a una hierba milagrosa que se vende en todas partes.

 

Recuperación del ácido clorhídrico

La forma de corregir la permeabilidad al amoniaco (que, como ya hemos visto, muchas veces se confunde con el síndrome del intestino poroso o permeabilidad intestinal) y el primer paso para tratar prácticamente cualquier otro problema de salud gastrointestinal es recuperar la producción estomacal de ácido clorhídrico y fortalecer el aparato digestivo. Existe una forma sorprendentemente sencilla y eficaz de hacerlo: todos los días, y con el estómago vacío, debes tomar un vaso de 470 mililitros de zumo de apio fresco. Quizá no sea la respuesta que estabas esperando. Podría parecer que es imposible que el zumo de apio resulte tan beneficioso. Pero tómatelo muy en serio. Es una de las maneras más eficaces, si no la más eficaz, de restaurar la salud digestiva. Es así de poderoso. Y ten en cuenta que, aunque hoy en día existen muchas mezclas de zumos fantásticos para la salud, tienes que tomar el zumo de apio solo si lo que pretendes es recuperar la función digestiva. No permitas que la sencillez del remedio te confunda. Imagina que te ponen un examen de diez páginas sobre un aspecto concreto de la vida diaria en un periodo histórico específico. Si haces un repaso general de la época pero solo escribes dos líneas sobre ese aspecto concreto de la vida cotidiana, a la profesora no le van a impresionar los datos extra que has incluido. Más bien se preguntará por qué no profundizaste en el tema que te había puesto. Así es como se siente tu estómago cuando está intentando reconstituir el ácido clorhídrico. Una mezcla de zumo con veinte ingredientes diferentes, de los cuales solo uno es apio, será una distracción. En ocasiones, lo más sencillo es lo mejor. El estómago necesita zumo de apio, y solo zumo de apio, para poder emprender una reparación a fondo. Es un método secreto capaz de cambiar la vida de una persona que sufre trastornos gastrointestinales.

 


 

Así es como debes hacerlo: Por la mañana, mientras tienes todavía el estómago vacío (o, si lo vas a hacer más tarde, deja pasar al menos dos horas desde la última comida para que el estómago vuelva a estar relativamente limpio otra vez), lava un manojo de apio fresco. Cualquier otra cosa que haya en tu estómago entorpecerá los efectos del apio. Licúa el apio, sólo apio sin nada más. No añadas nada más, pues cualquier otro ingrediente entorpecería la acción del apio. Bebe el zumo

viernes, 11 de febrero de 2022

Ejercicios para aliviar la tensión de la mandíbula

La mandíbula es una zona del cuerpo que refleja a menudo el estado de estrés de la persona y tiende a acumular tensión y rigidez.  Una de las manifestaciones más frecuentes de ello es el bruxismo, un trastorno que afecta a un 70 % de los españoles y se caracteriza por apretar la mandívula de forma inconsciente sobre todo durante la noche.  Esto produce un desgaste en los dientes, pero tambiés inflamación en la zona, molestias al abrir la boca, en el oído, dolores en el cuello, contracturas y cefaleas.

Combatir el bruxismo.  El dentista puede recomendar la utilización de una férula de descarga.  Se trata de unas placas de silicona hechas a medida de cada persona que evitan esta comprensión involuntaria.

Limitar las bebidas excitantes.  El consumo de cafeína puede aumentar la tensión del organismo y repercutir en la mandíbula.  También es importante evitar la sobrecarga que implica para ésta masticar chicle.

Movilizar y relajar.   Masajear la mandíbula regularmente ayudará a aflojar la musculatura de esta zona y a prevenir contracturas y dolores.  Combina esta práctica con ejercicios para desbloquearla y mejorar su movilidad.