La obesidad y el consumo frecuente de ciertos alimentos aumentan el riesgo de padecer hiperuricemia y gota.
La aparición de la gota casi siempre se ha vinculado con el sobrepeso, los excesos de la comida y la ingesta de bebidas alcohólicas. La opulencia en el más amplio sentido de la palabra.
Aunque en la antigüedad se desconocía la relación de la gota con el ácido úrico, este trastorno, que provoca una dolorosa hinchazón en las articula-ciones de las extremidades, era muy conocido. Hipócrates la describió en la edad dorada de Grecia como la “enfermedad de los Patricios”, ya que era característica de las clases acaudaladas, sobre todo en varones de mediana edad. También se la conocía como “la enfermedad de los reyes”, pues diver- sos monarcas, como Enrique VIII de Inglaterra, Alejandro Magno o Carlo-magno, la padecieron. Tampoco se libraron de ella reconocidos científicos como Isaac Newton, Charles Darwin o Leonardo da Vinci.
Fue en 1848, cuando Alfred B. Garrod la relacionó por primera vez con una mayor concentración sanguínea de ácido úrico en los pacientes que sufrían este mal.
Hoy en día, a la vista de la prevalencia de exceso de peso y el empeoramien- to de la calidad de la dieta en las sociedades desarrolladas, no es de extrañar que las cifras de hiperuricemia (niveles elevados de ácido úrico en sangre) y de gota no cesen de aumentar. En todo caso, existen otros factores implicados, tales como la mayor longevidad de la población o el uso de ciertas medicaciones, co-mo los diuréticos o la aspirina.
Los riesgos
No todos los excesos son igual de arriesgados con respecto a la hiperuri- cemia y la gota. Los principales factores dietéticos que aumentan el riesgo de padecer estos dos males son: obesidad, consumo frecuente de carnes rojas, vísceras o extractos cárnicos, elevado consumo de pescado o marisco, bebidas alcohólicas y bebidas azucaradas como refrescos o zumos de frutas.
Por el contrario, los elementos más destacables que disminuyen este riesgo son la pérdida de