viernes, 22 de abril de 2022

El arte de saber escuchar tu cuerpo

Entender el cuerpo no solo permite conocer sus necesidades sino que abre la puerta a un espacio interno en el que es posible hallarse a uno mismo. 

Cuando a comunicación con él falla, nuestra salud física y emocional se resiente.

Nuestro cuerpo posee secretos que nos ayudan a estar presentes en la vida, a pasar por ella dejando las huellas de un camino en el que se encuentran la salud, el sosiego, la libertad de movimientos y, en definitiva, la capacidad de vivir y de amar. Para descubrirlos y conocerlos es necesario establecer un diálogo con el cuerpo.

Lo primero que precisa este acercarse es lo que requiere cualquier conversación: atención. Se trata de escuchar no solo las señales que envía el cuerpo, sino de dedicar un tiempo mínimo a conocerlo, aprender y recibir su apoyo, porque esta escucha nos ayudará cuando estemos en otro quehacer.

El cuerpo es así de agradecido: lo reconocemos y comprendemos, y él continúa solo su labor activando sus mecanismos para auxiliarnos, aunque nuestra conciencia esté ya en otra cosa.

"La escucha atenta no solo vale la pena, sino que es esencial"

No hay nada más eficaz para conectar con el cuerpo, mostrarle respeto y ganar bienestar que escucharlo. Incluso a veces se resuelven problemas que experimentábamos y que solo demandaban atención. En cualquier caso, escuchar no solo vale la pena, sino que es esencial. Pero hacerlo puede ser tan difícil como resolver problemas.

¿Cuál es la mejor manera de escuchar?

  • Primero, concentrándose solo en el cuerpo y, si esto resultara arduo, aceptando los pensamientos que nos distraen para despedirlos amablemente y seguir escuchando.
  • Segundo, haciendo balance de lo que se escucha, aunque sea poco.
  • Y tercero, explorando con amor, con los sentimientos y pensamientos de los que nuestro cuerpo también está compuesto.

Entonces aparecerán los anhelos que laten en su profundidad, y asomarán a nuestros sentidos sabores, aromas, texturas, sonidos y espacios. No hay que demostrar nada sino saber qué está pasando. También hay que recordar que escuchar no es juzgar; en la escucha no hay que emprender ninguna acción ni tomar decisiones.

Esa escucha hay que alimentarla, además, con paciencia y amor. Se persigue un objetivo, pero se intenta disfrutar y no perder de vista el camino.

 

Conectar con la tierra

Para empezar, acompañamos al cuerpo en aquello que le es esencial, sin lo cual no podríamos vivir. El ser humano puede pasar varias semanas sin comer y algunos días sin beber, pero solo unos minutos sin respirar. La respiración es esencial, nos une a la vida y, cuando cesa, nos separa de ella.

Sin embargo, el cuerpo posee una segunda relación esencial tan importante como la primera, que nace y desaparece con nosotros:necesitamos una superficie a la que dar el peso, en la que podamos relacionarnos con la tierra. Si se toma a un bebé en brazos y se alza en volandas para recogerlo enseguida, el bebé o bien ríe o llora, pero no se queda indiferente.

Todos tenemos un sentido innato para saber cuándo nos falta una superficie donde apoyarnos. Relacionarnos con ella es otra manera de adentrarse en nuestra esencia, de expandirla y percibirla, e invita a relacionarse mejor con el entorno.

 


 

Percibir la respiración

Al escuchar la respiración hay que procurar no influir en ella: queremos acercarnos a la respiración como nos acercamos a un niño que juega absorto y al que no deseamos distraer. Si la juzgamos, intentaremos manipularla y esa manipulación nunca será satisfactoria.

Prueba este ejercicio para tomar conciencia de la respiración:

  • Intenta percibir la respiración en la parte anterior del torso, después en la posterior y en los costados.
  • Observa que hay partes del tronco que se mueven y se sienten invitadas a respirar y otras que no, y que las primeras conforman un espacio.
  • Con una mano dibuja ese espacio, que puede tener forma de círculo, pera, cono, cilindro, gota de agua… Son muchas las formas posibles, según la posición que tengamos, lo que hayamos realizado, nuestras emociones, etc.
  • La respiración es cambiante y adaptable.
 

Crear espacio interno

Tras una primera escucha, pasamos a tomar la iniciativa, a expandir el espacio respiratorio y darle libertad y silencio, recordando que allí donde se pone la atención fluye la

energía.

Otro ejercicio que te puede ser de gran ayuda es:

Poner la palma de la mano derecha bajo la axila izquierda e imaginamos que el aire que inspiramos se dirige a esa mano.
Después imagina que al espirar se dirige de ahí por las costillas a los pulmones, y de estos por las vías respiratorias al exterior.
Lo repetimos a lo largo de siete respiraciones y advertimos cómo el espacio respiratorio se amplía por el costado izquierdo.
Primero visualizando y después escuchando el cambio.
Al acabar sentiremos que el espacio respiratorio se ha hecho enorme y la respiración es larga, silenciosa, tranquila y profunda, y habrá mejorado nuestro ánimo.

Se puede practicar en todo el tronco: poniendo la mano bajo la axila derecha, sobre las clavículas, sobre el diafragma o debajo, sobre los riñones…

El espacio respiratorio es el espacio más íntimo, en el que nadie más que uno mismo puede entrar o influir. Ampliar ese espacio expande nuestra esencia y nos renueva.

 

Escuchar el propio peso

En la segunda parte del diálogo corporal, debemos percibir el cuerpo del suelo al cielo en los momentos cotidianos: en la cola del supermercado, esperando el tren, al conducir o ante el ordenador.

Este ejercicio te puede ayudar:

  • De pie, llevamos la atención de los pies a la cabeza, deteniéndonos en cada parte del cuerpo que venga a nuestra mente y en su repercusión en el contacto con el suelo.

Debes observar:

  1. Cómo se apoyan los pies en el suelo y si hay diferencias entre ellos.
  2. Si las rodillas están totalmente estiradas, ligeramente dobladas o relajadas.
  3. Hacia dónde se bascula la cadera y se curva la columna vertebral.
  4. En caso de sostener una bolsa, si los hombros están relajados o tensos, si tienden a subir hacia el cuello o no.
  5. Adónde se dirige la mirada y qué sucede al cambiarla; qué aromas nos llegan; qué sonido del entorno sobresale; hacia dónde se dirige la respiración.
  6. Cuánto bienestar proviene del cuerpo, si nuestro humor ha cambiado.

 

Liberar el movimiento

Tras ver cómo está el cuerpo, se puede introducir un pequeño cambio y observar. El cuerpo responde de forma diferente a cada cambio y en ese proceso no solo se flexibiliza, sino que nos informa de las posiciones y movimientos con que se siente más cómodo.

Los cambios deben ser pequeños, porque el cuerpo los entiende mejor, y realizarse con lentitud y atención.

Prueba con estos movimientos:

  • Pasamos, por ejemplo, el peso de un pie al otro, de las puntas a los talones, o nos ponemos de puntillas.
  • También podemos dejar el cuerpo sobre un pie y fijarnos en cómo cambian las otras partes del cuerpo. Las modificamos si es preciso y elegimos la manera de colocarnos que requiera menos esfuerzo.
  • Después cruzamos los pies y desplazamos el peso por el contorno de las plantas. Tres veces en un sentido y tres en el otro.
  • Invertimos los pies y repetimos.
  • Descruzamos los pies y observamos que las plantas parece que se hayan expandido: tendremos mejor soporte e incluso respiraremos mejor.

Nuestra relación con el aire y la que tenemos con el suelo se influyen mutuamente: si ampliamos la primera tendremos más libertad en la segunda, y al revés. Después, percibiremos que tanto el cuerpo, como el pensamiento, las emociones y la propia percepción se han acomodado a una nueva situación.

 

Sentirse unido al universo

Una vez escuchado y acompañado el cuerpo en su devenir, se puede intentar hablarle con imágenes, a través de visualizaciones. El cuerpo acoge las imágenes especialmente bien.

En cualquier momento del día, poned una sonrisa en vuestras células, por ejemplo en las plantas de los pies, las palmas de las manos y la fontanela. Pensar que sonríen nos relajará, producirá un suspiro que nos abrirá y masajeará el diafragma. También es útil imaginar cómo circula luz por el cuerpo, empezando siempre en la zona que está entre el ombligo y el pubis.

Conectados con el peso y la respiración, visualizamos también el lugar donde estamos, la tierra, el cielo. Y en todos nuestros movimientos nos acompañará así el universo entero.

 

Tomarse un respiro

A veces el cuerpo nos habla y pide ayuda porque no sabe cómo continuar. En esos momentos la respiración solicita atención.

Obsérvate:

  • De pie, sentado o tumbado, se observa si se hacen pausas entre respiraciones, o la inspiración y la espiración, qué fase es más larga y qué partes del cuerpo participan.
  • Luego se estimula la respiración para desbloquearla y dar un impulso al estado de ánimo que te permita continuar relajado con el quehacer diario. Para ello, se alarga la espiración hasta vaciar los pulmones; se cuenta hasta cuatro y se deja que el aire entre en cascada en el cuerpo.
  • Se repite cuatro veces y se deja que la respiración continúe sola.
  • Se vuelve a observar la respiración. Veremos que hemos ganado espacio respiratorio, que el aire fluye mejor, que hay pausas y, lo que es mejor, que nuestro ánimo ha cambiado.

El organismo sule avisarnos de que algo no va bien, aunque sin palabras. ¿Te has parado a escucharle? ya lodecía el filósofo alemás Leibniz: "Todo cuanto pasa en el alma del hombre se manifiesta en su cuerpo"

Cansancio, nervios a flor de piel, irritabilidad, dolor de espalda, cefaleas, infecciones recurrentes, etc.  Nos tomamos una pastilla y apartamos de nuestra mente esas sensaciones para seguir con nuestra rutina diaria y llegar a todo sin cuestionar nuestra actitud.  Sin embargo, de esa forma, silenciamos lo que nuestro cuerpo nos intenta decir.  En palabras de la escritora Salvador Allende, "el dolor, como todas las sensaciones, es una puerta para entrar al alma.  Pregúntate qué sientes y qué te niegas a sentir.  Presta atención a tu cuerpo". Puede que esos síntomas no sean algo muy importante y simplemente requieran nuestra atención por un momento, pero es buena idea parar y escuchar lo que nuestro cuerpo intenta decirnos con esas sensaciones.  Es su forma de intentar ayudarnos.  Y nosotros debemos poner de nuestra parte para compy mantener así su bienestar y el nuestro, ya que al fin y al cabo son uno solo.


Cómo realizar ese diálogo

1 Confía en lo que te dice

Lo primero que debes hacer para iniciar el diálogo con tu cuerpo es prestarle atención.  Piensa en cómo entablarías cualquier conversación con otra persona.  Seguramente, le preguntarías: ¿Cóo estás? Y esperarías su rspuesta.  En este caso, intenta imaginar lo que tu cuerpo te diría siguiendo las pistas de las señales que te envía: el dolor de espalda suele tener relación con cargas emocionales, problemas en la piel pueden tener su origen en tensiones emocionales, el dolor de estómago se relaciona con el estrés, las migrañas pueden estar vinculadas a la dificultad para resolver problemas y expresar emociones, etc.

2 Aléjate del ruido externo

Toma conciencia del aquí y del ahora.  Se trata de centrar tu atención para detectar si hay, o ha habido, algún cambio importante en tu organismo, pero también en tus emociones (te sientes algo desmotivado/a, más triste ...).  En definitiva, se trata de conectar con nosotros mismos y alejarnos del ruido externo (móviles, redes sociales, exceso de trabajo, etc.) para poder descifrar lo que el cuerpo nos intenta decir sin palabras, pero con sensaciones: flata de aire, fatiga, dolores diversos, corazón acelerado, etc.

"El cuerpo es el instrumento del alma" Aristóteles, filósofo griego

3 Descanso reparador

Tomarse un respiro no es signo de debilidad, es simplemente dejar espacio para que el cuerpo se exprese.  Atiende a sus necesidades y, por ejemplo, reserva media hora al día para salir a caminar, escuchar música o leer, hacer unos estiramientos o simplemente cerrar los ojos y soñar despierto/a.  "El dulce reposos no sólo da vigor al cuerpo, sino también al espíritu, pero el trabajo abrumador va corroyendo las fuerzas de uno y otro", aconsejaba ya en la antigua Roma el poeta Ovidio.  Si no lo hacemos, seguramente el cuerpo enviará señales cada vez con más intensidad hasta transformarlas en algo crónico.

4 Un amigo para toda la vida

Hay quién está "en guerra" con su cuerpo, como si le considerase su enemigo: está agotado pero aprovecha para hacer cosas hasta muy tarde y duerme menos, siente dolor pero lo ignora, etc.  Sin embargo, tu cuerpo sigue ahí, compañero inseparable, para avisarte y cuidarte.


Expresa lo que sientes y aprende a quererte

Guardarse para uno mismo los problemas puede afectar a nuestra salud, ya que las emociones reprimidas acaban manifestándose de alguna forma.  "Ante todo es necesario cuidar del alma si se quiere que la cabeza y el resto del cuerpo funcionen correctamente", afirmaba el filósofo griego Platón.

- Caricias que curan

A veces simplemente basta con poner nombre a lo que sentimos o decirlo en voz alta, ya que ese proceso nos ayuda a superarlo o sobrellevarlo y entonces también nos sentimos mejor en lo físico.  Por ejemplo, unas palabras amables, una caricia contribuirán que nuestro cuerpo fabrique hormonas como la serotonina o la oxitocina, que nos hacen sentir bien, relajados y c almados y son un excelente remedio cuando una persona está preocupada o agobiada.  Te ayudarán, por ejemplo, a dormir mejor y mejorar la digestión.

- Conocer el propio cuerpo.

Muchas veces la falta de diálogo va unida al desconocimiento de nuestro propio cuerpo al rechazo (no aceptamos la imagen que nos devuelve el espejo).  Cómo pensamos, sentimos y nos comportamos  con nuestro cuerpo y aprender a valorarlo (no sólo por su apariencia) nos ayudará a respetarlo e iniciar un diálogo para conocerlo mejor.  Queremos más, en defenitiva.  Eso es algo que también podemos aprender y es esencial para que nuestro cuerpo sienta que le cuidamos.

Fuente Gerard Arlandes - Profesor de chikung, taichí y educación corporal

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