La leyenda del hilo rojo
Nunca podrás escapar de tu corazón,
así que es mejor que escuches lo que tiene que decirte…
Paulo Coelho, "El alquimista"
así que es mejor que escuches lo que tiene que decirte…
Paulo Coelho, "El alquimista"
Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado al dedo meñique. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá es irrompible, básicamente porque se trata de un
hilo energético, puedes querer romperlo mil veces y lo intentarás, pero el recuerdo formado por la energía de las emociones permanece. Los pensamientos se olvidan porque están en constante movimiento y cambio, pero las emociones permanecen como muescas en nuestra alma....
Este hilo lleva contigo desde tu nacimiento y te acompañará, tensado en mayor o menor medida, más o menos enredado, a lo largo de toda tu vida pero es, siempre, una muestra del vínculo que existe entre ellas.
Así es que, el Abuelo de la Luna, cada noche sale a conocer a los recién nacidos y a atarles un hilo rojo a su dedo, un hilo que decidirá su futuro, un hilo que guiará estas almas para que nunca se pierdan…
La leyenda versa así: un anciano que habita en la luna y que, cada noche, sale en busca de las almas presentes en la tierra que están destinadas a juntarse. Cuando encuentra esas 2 almas que son la una para la otra, las ata con un hilo rojo para que no se pierdan.
Esta leyenda está tan arraigada en las culturas orientales que millones de personas llevan unidas a ellas un hilo rojo verdadero.
Aunque no hay claridad sobre si el origen es chino o japonés, se dice que la leyenda comenzó al conocer que la arteria ulnar conecta el dedo meñique (otras fuentes hablan del anular, lo que tiene más tradición en nuestra cultura) con el corazón, fuente de vida y eternamente concebido como el hogar del amor…
Al estar unidos por esa arteria se comenzó a decir que los hilos rojos del destino unían los meñiques con los corazones; es decir, simbolizaban el interés compartido y la unión de los sentimientos. Por eso también el hecho de hacer promesas en algunos países al entrelazar estos dedos con el otro.
Un hilo rojo al que no podremos imponer nuestros caprichos ni nuestra ignorancia, un hilo rojo que no podremos romper ni deshilachar. Un hilo rojo directo al corazón, que conecta a los amores eternos, a los profundos, esos que simbolizan el antes y por los que no hay después.
El amor de una madre, de un padre, de un hermano, de un niño, de un amigo, de un hombre o de una mujer… Un hilo rojo que simboliza el amor y el interés común… Cada uno que lo interprete como quiera pero lo que está claro es que, en ocasiones, las casualidades son tan fuertes que no dejan lugar a dudas… Almas gemelas se llaman, corazones entrelazados con una o varias eternidades por vivir…
El vínculo se crea desde la infancia.
Todo niño tiene fuertes conexiones con su madre. La conexión se establece cuando el niño se encuentra en el útero y, después de nacer, se puede ver a través del cordón umbilical aural que se mantiene entre madre e hijo. Este cordón conecta el tercer chakra de ambos.
También se forma, tras el parto una fuerte conexión cardiaca entre el hijo y la madre a través de sus cuartos chakras, el del corazón.
Además de los cordones que se crean entre la madre y el hijo, entre las personas que mantinen relaciones se crean cordones de energía que están conectados por medio de sus respectivos chakras.
En una relación saludable, estos cordones son de color dorado trasparente y brillante, están equilibrados y se conectan a través de la mayoría de los chakras.
Cuando hay una ruptura del cordón producida por un divorcio o la muerte de la pareja, el trauma es tan grave que las personas que lo sufren se sienten despedazadas, como si le arrancaran toda la parte delantera, la zona del corazón. Se rompe el cordón que conectaba a las dos personas con su cuarto chakra.
Barbara Ann Brennan - Sanadora Espiritual, Terapeuta y Científica.
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